Segunda parte, de las que vendrán...
¿Cómo estáis? Yo sentado, delante del ordenador con una pantalla en blanco y un cursor que parpadea amenazante... De unos teclazos saldrá un texto que se remitirá por la línea telefónica de este país tan "contrastado" hasta aquellos lugares en los que a algunos de vosotros os he perdido para poder darme la oportunidad de volver a encontrarnos en el futuro... quizá en Marruecos, ay... Marruecos. El Ramadán: Todo sigue su paso lento aquí... Un calor insoportable de vez en cuando y gente seguidora ciegamente de una fe doctrinal que les hace dejar de comer, fumar, beber (ni una gota de agua) hasta las seis de la tarde por agradar a su dios. Algunas veces te planteas si la fe por la fe tiene sentido... pero la fe por la fe es, en resumen, la fe... Imaginad el Ramadán como unas navidades largas en las que todas las noches es nochebuena y se reservan todos los días para poder meterse un buen saque durante la noche. El Ramadán es obligatorio por ley para los que se declaran musulmanes y es una tradición un tanto castrante para ellos. Algunos lo llevan con un gran orgullo. Otros como una imposición de un régimen absurdo y oprimente. Pero todos dicen hacerlo por Alá y ninguno se atreve a romper el silencio impuesto. A las seis de la tarde, desde el Palacio Real, suena un cañonazo estridente y unos cánticos en árabe, que parecen el llanto de un angel anciano, rompen la ciudad. Nadie en las calles, todo el mundo en su casa rompiendo el ayuno. Ni siquiera coches. El primer día pensé que había llegado el fin del mundo y que los seis becarios que estamos aquí eramos los únicos supervivientes. Por no quedar, en las calles, no quedan ni los carteristas. Burlando a Dios: Todos los musulmanes hacen Ramadán oficialmente, pero según ellos, tampoco hay ninguno gay vivo. Basta con mirar a las ojeras y a la cara de cansancio de un musulman durante el Ramadán para saber si lo hace o no o, si por el contrario, se hincha a comer en la intimidad de su casa antes de que cante la voz desde las mezquitas. Pero todos dicen que lo hacen, porque la pena puede ser incluso la cárcel... Burlar a Dios no se sabe muy bien qué es aquí. La leyes las imponen los hombres, y Mahoma, era un hombre. Mohamed VI es descendiente directo de Mahoma... por lo que se puede entender que Mohamed VI es Dios. Luego la ley de dios es la ley de los hombres y, quién hace la ley, hace la trampa... Afortunadamente, la vida "normal" vuelve a este país el 3 de Noviembre con el sacrificio del cordero. Mi primera mujer: La Torbellino. Torbellino es el nombre que le he dado a la mujer de la limpieza, una de mis primeras mujeres aquí. Torbellino (os juro que no sé como se llama porque el nombre es casi impronunciable) es un lujo para mí, pero casi una costumbre obligatoria para esta sociedad tan poquito machista (nótese la ironía). La llamo Torbellino porque entra, limpia y desaparece debajo de su jelaba , sin dejarse ver, a penas sin tocar el suelo y sin hacer ruido con las puertas. Sé que existe porque mis calcetines están doblados y limpios. Tenemos algunos problemas de convivencia. Por ejemplo, yo guardo el aceite en un armario, pero ella ha decidido que le gusta más en la encimera. Pues por mucho que la meta en el armario, todos los días me la encuentro en la encimera. Si está por aquí no me deja ni rascarme la oreja sin decir algo. El otro día iba a fregar mi taza del desayuno mientras ella hacía el baño y me miró con una cara que empecé a temblar pensando en el terrible sacrilegio que había hecho profanando una actividad diseñada en este país por los hombres para las mujeres. Su método de limpieza del suelo es preocupante si la humedad de aquí sigue así en invierno: Ella encharca el suelo de agua (unos dos centímetros) y la saca con una gamuza gigante de goma por las puertas del patio y del jardín. He intentado comprar una fregona, pero no hay en el mercado...Por si fuera poco, Torbellino no habla español ni inglés, así que me pasa lo mismo que con mi portero, que no nos entendmos nada, pero nos reimos mucho... El Hamman (con permiso de mi novio, que ya sabe toda la historia): Un día de verano (a esto no se le puede llamar otoño), con más miedo que vergüenza, me decidí a ir a un Hamman (un baño turco) a hacerme un masaje. Me he hecho adicto. Un Dios de ébano me frotó desde la punta más abierta de mi pelo hasta por debajo de la uña del dedo meñique del pie izquierdo. Se trata de una exfoliación corporal muy agradable pero un tanto dolorosa (sobre todo en el cuello y orejas) en la que la piel muerta te sale, literalmente, a tiras (no exagero). Todo esto mientras me arrojaba cubos y cubos de agua ardiendo por encima (y de 10 litros el cubo, la verdad es que tragué agua como un valiente, pero ... todo sea por la salud). Tras enjabonarme y la correspondiente frotada (eso sí, todo muy higiénico y aunque iba en bañador le importó poco al muchacho que uno tenga sus pudores) procedió al masaje. Todo esto ante la mirada atónita de hijos y padres (el Hamman es como una cafeteria familiar sin mujeres, porque están en el suyo, aparte). Los niños se reían y reían (por no decir se despollaban, con perdón) de mis gritos de dolor. Pero ahí no se acabó todo. NO. El masaje no era eso, eso solo era la exfoliación. De repente mi dios de ébano particular me cogió de las piernas y me las dobló hasta las orejas por detrás de la espalda. En mi vida he deseado tanto saber decir ¡PARA, PARA! en árabe. Por si fuera poco, NO en árabe es LA y yo me lié y le debí acabar recitando toda la escala musical mientras me retorcía de dolor. Mi cuerpo no ha crujido tanto en toda mi vida y encima en público. Semejante paliza, con el tipo sentado en mi espalda y yo tumbado en un suelo durísimo de terrazo, no terminó ahí, sino que se extendió unos 10 minutos que a mí me parecieron los 600 años que pasaron desde Jesucristo a Mahoma. Entonces, ¿por qué adicto?. A parte de salir de ahí como nuevo y más suave que el culito de un bebé, tener a semejante hombre rompiéndome las costillas en bañador sentado encima de mi espalada es lo más homoerótico que he visto en mi vida (sin incurrir en lo sexual, en absoluto). Más que un masaje parecía una lucha entre todos mis reumas ocultos en forma de serpientes extendidas por mis brazos y piernas y un fibrado Hércules del Olimpo empeñado en acabar con todas ellas. Digno de ver, sin duda, y de sufrir, sin duda... Hoy me he enrollado especialmente, así que dejo para otro correo otros capítulos más de lo que va siendo el cojunto de mis impresiones sobre este país. Me sigue gustando Rabat... no ha cambiado mucho desde el último mail... Estoy bien se os echa de menos. Mi casa es vuestra casa (apuntadlo por ahí) así que quién se quiera venir de visita, estaré encantado de sufrir con él en el Hamman, hacer un día de Ramadán o presentarle a mi querida y siempre respetada Torbellino.