Ay, Marruecos

Colores de mi suave paso sobre un país de contrastes

viernes, octubre 14, 2005

Ay, Marruecos

Va siendo tiempo de hacer cuentas con uno mismo y saldar lo que me voy debiendo. De un tiempo a esta parte me notaba perdido, un tanto desconcertado, ansioso y siempre a la expectativa de que algo mejor ocurriera. Y llegó Marruecos. Y con él, Rabat. Ay, Marruecos. Llevo pocos días aquí pero ya me atrevo a hablar de este lugar. No es tan diferente como me pensaba y a la vez es completamente distinto. Las luces aquí son absurdas, pero supongo que también ayuda el Ramadán. A las 18:00 es de noche y a las 21:00 me parecen que son las 5:00 de la mañana. El sol cae aquí lento y perezoso... Se le debe haber pegado de la gente. En este país no hay prisa por nada, no hay estrés por nada. Esto tiene sus pros y sus contras. Hacer cola en el banco aquí te llevaría unas 3:00 horas como mínimo. Sin embargo, si te pierdes en la calle, sea la hora que sea, cualquier persona (y digo bien, ¡cualquiera!) estará encantado de dejar lo que estuviera haciendo y llevarte gustosamente sin pedir nada a cambio a dónde quieras. Me han timado en diversas ocasiones, pero es que con mi ropita 100% occidental y mi bolso de H&M tengo una cara de turista pardillo que no veas. Con todo, la vida aquí es más barata, incluídos los timos y, no me han dolido mucho (un poquito en el orgullo). Muchos timos se apoyan en que como no hablo ni papa del idioma, a la hora de pagar algo, pues puede ser que suelte el billete equivocado. Ya voy espabilando. Lo bueno es que parezco marroquí y me está librando de muchos inconvenientes en este sentido. Mis compañeros lo han sufrido más, pero insisto en que nada relevante. El mar... Si algunas ciudades españolas viven de espaldas al mar (o eso dice mi novio), Marruecos no sabe ni siquiera que el mar existe. La playa huele fatal y está al final de un acántilado. De esta forma, estamos por debajo del nivel del mar. Es decir, que para ir a la playa hay que subir cuestas, por paradójico que suene. La medina... Me encanta la medina, aunque a menudo salga con las tripas revueltas por los olores. Un tumultuoso sitio lleno de vendedores fervientes y compradores divertidos, donde todo es colores, olores (buenos y malos), pirateo y locura colectiva. Aquí si que el mundo parece sacado de una película sin sentido. Regatear se convierte en la actividad más frenética. Todo el mundo habla todos los idiomas o, en otro caso, se los inventan. La kashba... Portugueses y andaluces construyeron este lugar. Es un recinto amurallado de luces azules y blancas y laberintos encrespados sobre el mar. Mucho timador escondido, pero tan inocentes como los propios timados. Si te consiguen quitar 10 céntimos de euro, ya serán felices. La kashba es uno de esos sitios a los que todo el mundo tendría que ir una vez en la vida. Mohamed V. Miles de estudiantes y diplomados salen a las calles pidiendo libertad y trabajo para todos. El rey dice que son maleantes antisistema. ¿quién me iba a decir a mí que iba acabar viviendo en una monarquía absoluta? Los contrastes: ricos y pobres, mujeres y hombres. Occidentales y Marroquíes... Hasta los propios marroquíes son como el día y la noche. Los hay morenos y negros, como la noche, con ojos penetrantes y brillantes. Los hay claros, como el día. El único rasgo común son los ojos. Nunca vi ojos como estos en ningún sitio. Si un marroquí te mira a los ojos y te sonríe no podrás escaparte. Los buenos (la mayoría) no disfrazan con sus ojos sus intenciones. Algún aprendiz de guía timador por el centro, te estará camelando para convencerte de que nadie como él te puede contar la historia de esta ciudad tan rara. Mi casa: pija, comparada con el resto. Amplia, diría yo que amplísima. Un jardín, mi patio, mi cama de matrimonio, en un barrio pijo y lleno de extranjeros. Mi portero: árabe que habla fránces... yo soy español que no lo habla (ni árabe ni francés). moraleja: él me habla en árabe y yo en español, y no nos enteramos de nada pero nos reímos mucho. Es un gnomo morito un tanto viejo que parece esculpido con la corteza de un árbol. Creo que es unos de los personajes de esta película que se hará querer con el paso de los días. Ya no os aburro más... Tendréis noticias mías. Dije al principio que estaba aquí, en cierto modo, para saldar cuentas que tenía conmigo mismo. Las estoy saldando. Por primera vez en muchos años veo mi vida estresante en Salamanca... todo lo que he agobiado a mi novio con cientos de problemas absurdos y pienso: estoy tranquilo. Me gusta Rabat, me gusta Marruecos. Qué bien acabar aquí, qué bien aprender aquí que nada es más enriquecedor que lo diferente.

1 Comments:

  • At 9:44 a. m., Blogger Banyuken.es said…

    Ey, ¿qué es eso de que Marruecos no sabe siquiera que el mar existe?... supongo que igual te refieres a Rabat, porque no me puedo creer que la costa atlántica de Marruecos, con más de mil kilómetros, esté desaprovechada...

     

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