Ay, Marruecos

Colores de mi suave paso sobre un país de contrastes

domingo, septiembre 24, 2006

Ay Marruecos y amarte después...

¿Se puede resumir un año sin que quepa lugar a duda en cuatro o cinco párrafos? ¿Se puede ser fiel a la verdad y consecuente con lo que uno profesa al contar sus experiencias? ¿Cómo será amarte después y respirar desde la habitación de otro hotel?... ¿Cómo será amarte después?... ¿Cómo será amarte?... ¿Cómo será?... ¿Cómo?...

Ay Marruecos y ay de mi terror a los aeropuertos, a qué nadie esté allí para recibirme y al pesimismo ingrato de la soledad que alguna vez alguien me definió como relativa...

Matemáticas: He bajado dos tonos en la alegría de lo que escribo porque estos párrafos suenan a adiós con alguna lágrima que otra. Quedan cuatro días para dejar Rabat y atrás, con él, muchos muy buenos momentos, alguno que otro bueno, pocos malos y tan sólo uno muy malo. Con esta escala de las cosas parece duro encontrar algo mejor; sobre todo si no sonríes (gracias a los profesionales que cuidaron tu sonrisa -como tú siempre dices-) a mi lado...

Principio de incertidumbre: Sólo por mi presencia aquí ¿cuánto he modificado este país? ¿he ayudado en algo? ¿alguien es más feliz ahora o sólo yo? Cuando llegué al Magreb el primer día de Ramadán me sentía pequeño por la inmensidad del silencio que se apoderaba de las calles de mi vecindario al romperse el ayuno. Ha pasado un año y hoy empieza de nuevo el Ramadán en Marruecos. Las costumbres fluyen mientras una minoría cada vez menos minoritaria empieza a cuestionarse cuánto hay de miedo, cuánto de opresión, cuánto de tradición, cuánto de fe y cuánto de cultura en una tradición extraña y que, al menos socialmente, nadie se cuestiona. Yo y otros tantos como yo pertenecemos a la generación de expatriados que viven en esta transición entre lo práctico y lo absurdo y que vemos como lo “occidental”, una dictadura y lo “divino” hacen un atropellado esfuerzo por convivir en estos “tiempos modernos”...

Un año después me siento igual de pequeño, sin ti a mi lado, para que me expliques la repercusión en la sociedad marroquí de la inmersión de este país en el capitalismo.

Un año después me reúno con mis amigos gays marroquíes, el Equipo G (como han dado en llamarnos, siempre cariñosamente, el resto de españoles que están aquí conmigo) y discuto con ellos sobre su futuro. Aterrado entiendo que deberán casarse y tener hijos con una esposa sumisa que prepara bañeras de delicioso cus-cus los viernes. Pero un año después algo ha cambiado en ellos: ahora saben que amarte después es posible.


Teoría de la relatividad: El relativismo cultural se retuerce en las mentes de aquellos que intentan explicar el mundo. Todos los días oigo: ¡Esto es como en España en el 65! o ¡a esto le quedan 30 años para ser como Europa! Dado que las bases en la evolución y cambio de las sociedades musulmanas hace ya mucho años que se separaron de las ramas europeas, intentar hacer esta comparación es algo antinatural de por sí... Si bien es cierto que comprender Marruecos te ayuda a comprender España (convivimos con los árabes bastantes siglos), también comprender España te ayuda a comprender Marruecos. Como conclusión histórica -y obsérvese la importancia de este razonamiento- he llegado a la conclusión de que el número de gatos que veo en las calles no ha disminuido, como pensaba hace unos meses. Lo que ha ocurrido es que cuando llegué era el mes sagrado y la gente estaba en sus casas, por lo que, lo que me llamaba la atención de las calles, eran los gatos. Ahora, de nuevo en Ramadán, hay tantos gatos como banderas (o eso me parece).

La bandera rojiverde que aletea en infinidad de edificios del Reino da un toque característico a las calles. Este país no sería lo mismo sin esos colores tan peculiares.

Principio de Arquímedes: A medida que las relaciones comerciales y las aduanas pierden su rigidez y el concepto de frontera solo existe para los que no tienen dinero, la sociedad se ablanda y deja entrar en su seno al estilo de vida de las grandes producciones cinematográficas americanas. Como toda causa tiene un efecto y todo efecto una causa, el número de banderas que hay en el país crece proporcionalmente al número de filmes americanos y europeos que digieren sus habitantes. Aquellos que son radicales en sus planteamientos (que debe haberlos, pero ellos y yo no salimos por los mismos bares) ven quebrantado su espacio y gritan en el nombre de Dios por mantener la cultura y la tradición. Mientras que hace unos años nadie les molestaba, ahora ven la intromisión de los modelos del “libertinaje” europeo.

Así, la burbuja de la comunidad internacional asentada en Rabat se lleva las manos a la cabeza y también gritan: ¡Este país se radicaliza! y entonces todos se rasgan las vestiduras. Es entonces cuando te das cuenta de que Einstein no debió hacerles entender muy bien sus planteamientos sobre lo relativo. Para que existiera el bigbang tuvo que existir una calma interrumpida en algún momento y esto no es tontería, ya que de ahí surgió el Universo entero. Para aquellos que echan de menos las comparaciones, en una aparente calma, cuando se aprobó la ley del matrimonio entre personas del mismo sexo en España, todas las confesiones religiosas saltaron a las calles cogidas de la mano en defensa de las familias. Voila! la máxima radicalización de la religión expresada en el “mundo moderno” (recuérdese que ni siquiera las confesiones religiosas se unieron contra la guerra de Iraq). Hoy en día los mariquitas nos casamos y mi tía y mi tío (jovencitos ellos) tienen ya dos niñitos (¡guapísimos!).

La familia tradicional sigue en pie (pese a los malos augurios de la propia institución judeocristiana) y una gran parte de la población está más contenta porque pueden hacer juntos su declaración de la renta. Eso sí, nunca marcarán la casilla de “destinar parte de la retención a la iglesia” así como el PP nunca retirará su recurso de anticonstitucionalidad sobre la ley de matrimonios.

Política, aritmética y arte: Así que si algo he aprendido en este país es lo bello que es y lo bello que es el corazón de sus gentes. He aprendido a comprender y a apreciar la belleza de lo recargado y ostentoso de sus decoraciones. He aprendido a comprender sumisamente como ellos comprenden con igual sumisión su vida actual. He aprendido a torerar las imposiciones disfrazándolas de cariño y tradición familiar. He aprendido que una cultura que puede crear tanto arte -esto suena muy folclórico- no puede ser mala, sino inocente. De aquí he aprendido a valorar a la población de abajo a arriba, desde mi Equipo G y mi querido Hakim (mi aparcacoches) en el primer escalón hasta el Rey en el último y Dios, uno más arriba del último.

Ay Marruecos... volveré y volveré contigo.

A los nuevos expatriados, a ti y a Andrés.

sábado, julio 01, 2006

Marrakech, las serpientes y yo

 Posted by Picasa

viernes, junio 30, 2006

Ait Benhaddou

 Posted by Picasa

miércoles, junio 14, 2006

...y tantas, tantas cosas que no te he contado

Hoy quería empezar a escribir recordándote, como todas las veces, y poniéndome en tu lugar. Cerré los ojos y traté de buscar la metáfora que me explicara cómo es todo aquello, qué hay allí... Y te vi claro y reluciente caminando en una senda angosta y sin asfaltar intentando encontrar la belleza en las ortigas que te tocan los brazos cuando sales de tu caparazón, tan sólo a pasear... Y entendí que toda realidad cambia según desde donde se mire pero que no todo de punto de mira es válido para cualquier realidad. Y entendí que tu esfuerzo por buscar esa belleza se vería sin duda recompensado dentro de unos años cuando veas que el niño que llevas dentro sigue ahí. Y entendí que te echo tanto, tanto de menos que no me quedan ganas de llegar al final de este texto para escribirte esta dedicatoria. Ay, Marruecos...

Cabras, calles y un tubap cualquiera: Queda un poco lejos la semana santa. Lo siento por las minúsculas, pero si algo he aprendido de Marruecos es a relativizar al máximo las religiones y a entender su punto práctico. Y como práctica que es, pues en vez de rezar en esta semana, pues yo decidía aprovechar, juntar unos días y hacer una escapada hasta Senegal. Si Rabat siempre me ha parecido una monarquía del contraste, Dakar es a todas luces una oligarquía del desastre. Cuando me había acostumbrado a pasar desapercibido e integrarme entre moros haciendo uso de mis facciones entre mediterráneas y moras y de tres frasecitas en árabe, se me ocurre dar un salto a un lugar en el que, según mi novio, si eres blanco se reluce como una bombilla. Tubap es la curiosa palabra en Wolof para llamar a los que somos de piel blanquita (bueno, al final todos somos marrones, más claro o más oscuro, pero marrones). Pero ser tubap implica mucho más. Implica ser una persona adinerada que tiene capacidad para viajar y que se cansó de Praga, Paris, Nueva York y se va de guay con el chaleco de cazar leones (copyright de Manu) a el África negra. Y esa es la etiqueta que llevamos todos los tubap en Senegal (80% algodón de conquistadores, 10% poliester de colonizadores y señores y otro 10% tactel de susceptibles pardillos para ser timados). Ya me jode que se me corte por el mismo patrón que a los colonizadores franceses (me jode de sobremanera), pero alguien tiene que resarcir la memoria histórica de los grandes imperios europeos. Me dejo de enrollar: Dakar, Sant Louis (incluida una de las reservas de aves más importantes del mundo), Isla de Goree y la Isla de Ngor fueron las paradas. A partes iguales, contrastes de olores, colores, impresiones, gente, baobabs, playas, hoteles y casitas de paja, cabras, algún tubap suelto y la Gran Francia muriendo.

La vieja estirpe de cruzados que alimentan a las palomas: Y el viaje a Senegal terminó y de nuevo de vuelta a otra realidad (no por ello peor y ni siquiera rutinaria). Aeropuerto, más aeropuerto y tren y llegué a Rabat. Bajaba mi maleta del tren de forma bastante torpe, todo hay que decirlo, cuando me quedé mirando a un señor que estaba dando de comer a las palomas. En ese momento una sola gota de agua cayó del cielo bastante nublado ese día y pensé: no creo en las señales, así que no escribiré sobre esto. Pero Antonio (por cierto, ¿cómo estás Antonio?) me había dicho algún día que mi manera de escribir le recordaba a "El Alquimista" y ante semejante cumplido decidí leerme dicha obra literaria, que sin duda, recomiendo a cualquiera. Existen 999.997 personas en el mundo que dan de comer a las palomas y, en Marruecos, es una profesión democrática y, por primera vez, para nada machista. Si un día podéis, hablad con ellos. Estos personajitos lo saben todo del mundo porque tienen espías de primera mano en cualquier plaza, cualquier parque, cualquier universidad... No hablo de las palomas. Hablo de los ojos de la gente que se le queda mirando y que traen paisajes de otros sitios y tiempos. Leen esos ojos y depositan toda su sabiduría en una sola gota de agua en un día lluvioso en Rabat, en la pinza de un cangrejo en un día de playa en Sant Luis o en las primeras hojas que caen en otoño en la Plaza de Barcelona en Salamanca.


Tengo que matar a Torbellino:Lo siento, pero se acabó Torbellino como personaje de los pequeños paisajes de mi vida en Marruecos. Sin entrar en detalles, nunca finjas ser lo que no eres abriéndote un huequito en el corazón de las personas. Bushra es su nombre. Torbellino ya no existe y no volveréis a oír hablar de ella.

Papás, mamás, las vistas de un hotel de lujo y un viejo vagón-cine: Siempre que me desplazo a Casablanca para trabajar, normalmente por una semana, me quedo en un hotel muy mono cortesía, entre otras cosas, de la falta de control del Instituto Español de Comercio Exterior sobre sus fondos en general, que podría detallar un poco más, pero ante el riesgo de jugarme mi beca, mutis. Siempre que me desplazo a Casablanca, lo hago además en tren... y siempre está ahí: el vagón-cine. Entre las paradas de Mohamedia y Rabat Agdal está aparcado un raído vagón del que estoy seguro que nadie sabe lo que tiene en su interior... Me han dicho que de vez en cuando lo utilizan para poner alguna película a niños de los pueblos cercanos, pero yo creo que ahí dentro es donde se esconde el hombre del saco y el burrito del hocico blanco de los cuentos de las noches de Marrakech... Los niños de Marruecos van al colegio algunos y trabajan otros. La idoneidad de la escolaridad obligatoria tan asimilada por nuestras mentes modernas es aquí discutible convincentemente. Se puede o no se puede estar de acuerdo, pero lo que no se puede es llegar tú solo a cambiar la realidad de una familia entera de un pueblo que todavía no tiene agua corriente y al que se llega en burro tras tres horas por un camino a 2400 metros sobre el nivel del mar. Introducirse en esa discusión es llevarte, de repente, un "no sabes nada sobre la vida". Y en efecto, no sé nada sobre su vida, así que ya no me atreveré a juzgarla a no ser que tenga algo interesante que aportarles. Los papás y las mamás de Marruecos quieren a sus niños como casi todos los papás y las mamás del mundo, pero los niños de Marruecos no patalean, no gritan, no lloran. A lo mejor es porque con tres años ya no son niños o, a lo mejor, porque nadie les llevó a ver una película en un viejo vagón de cine.

Hoy quería empezar a escribir recordándote, como todas las veces, y poniéndome en tu lugar. Cerré los ojos y traté de buscar la metáfora que me explicara cómo es todo aquello, qué hay allí... Y te vi claro y reluciente caminando en una senda angosta y sin asfaltar intentando encontrar la belleza en las ortigas que te tocan los brazos cuando sales de tu caparazón, tan sólo a pasear... Y entendí que toda realidad cambia según desde dónde se mire pero que no todo de punto de mira es válido para cualquier realidad. Y entendí que tu esfuerzo por buscar esa belleza se vería sin duda recompensado dentro de unos años cuando veas que el niño que llevas dentro sigue ahí. Y entendí que te echo tanto, tanto de menos que no me quedan ganas de llegar al final de este texto para escribirte esta dedicatoria. Ay, Marruecos...

martes, marzo 21, 2006

...y un asiento reservado para mutilados de guerra

Empecemos. Lo más difícil de escribir algo que no sabes muy bien cómo va a acabar es, sin duda, empezar. En especial si no quieres que parezca que todo lo que escribes es lo mismo... Ha pasado el invierno y menuda sorpresa: ¡frío y húmedo!. Mi pequeña cabecita -en sentido figurado, porque cabezón soy un tanto- se acomodó en agosto a que vivir aquí sería vivir un eterno verano... Todo lo eterno es demasiado y doce meses son muy, muy poco comparado con demasiado. Por eso, para cuando lo queráis leer, para cuando yo mismo lo quiera leer, dejo otro resumen (en honor a la síntesis) de lo que este cuerpecito -ahora sí que en sentido literal- ha absorbido del orden del desorden de este país... ¡Ay, Marruecos!

Llueve y hombres que no escribirán su historia: ¿Cómo puede llover tanto en un invierno tan cerca del desierto? Llevamos 3 meses sin parar de llover y, por fin, sale el sol. Nunca he sido un hombre de mar. Ni siquiera sé si alguna vez he llegado a ser un hombre o, solo soy un adolescente viejo que ya pasó el acné. Pero, de mar, lo que se dice de mar, seguro que no. Y he visto por primera vez la increíble belleza del mar tocando la tierra usando la lluvia para ello. Parece una tontería... pero me agarré mi reproductor de MP3, me puse la banda sonora de cualquier película triste y paseé por la orilla de la playa mirando al mar... mirando al mar... Y allí estaba, la serie de mi vida en uno de sus mejores capítulos. El increíble abismo de un momento que no se acaba o que no quieres que se acabe... Acto seguido volví la cabeza y los vi. Había hombres... varios hombres. Hombres que se sientan a ver llover. Hombres que sólo miran al cielo, que sólo miran al mar. Si estáis haciendo una lista de todos los rasgos que tiene este país, añadid, sin duda, la contemplación. Hombres que contemplan (y no mujeres). Hombres que se sientan, buscan una distancia prudencial con otros de tal manera que si tararean algo los demás no les oigan y esperan, y miran y... ¿pensarán en algo? No me iré de Marruecos sin conocer el misterio de los hombres que miran... No son jodidos románticos sin tele con mucho tiempo libre como pensaba al principio. Estoy convencido de que allá dónde miran hay algo y de que tengo que aprender a verlo... Lo que si estoy seguro es de que no escribirán nunca lo que piensan, así que intentaré sonsacárselo imitándolos, celoso de su secreto. Quizá algún día os lo escriba...

El resto de los hombres (y no mujeres): En este país la especialización de la especie humana en su género masculino no tiene límite. Ayer fui a compulsar unas fotocopias para hacerme la tarjeta de residencia -sino, pronto seré ilegal-. Tras dos horas (y creo que fui afortunado) conseguí compulsarlas. Un hombre me preguntó que qué quería. Otro me llevó al mostrador correcto. Otro me puso un sello en todos los documentos. Otro me subió a la planta de arriba del mismo edificio y el último (que tardó en aparecer en escena una media hora) me firmó en el hueco que el tercero había dibujado con un sello. Resultado, 1'60€, dos horas de mi tiempo para compulsar 3 fotocopias y 5 hombres empleados por el estado cuya productividad tendría casi cifras negativas... Claro, que si te pones a pensar que su salario es bajo, bajísimo; qué hacienda les retiene el 40% de todo lo que ganan todos los meses; y que nunca perdieron la sonrisa... Si te pones a pensar en todo eso, entonces te das cuenta de que, coño, era yo el que les estaba contemplando y pensando en ellos. Que había pasado dos horas de mi tiempo sin inmutarme, pensando en ellos, en cómo eran, en qué pensaban... pensando y contemplando... sin importarme, sin perder la sonrisa... como los hombres de la playa... Quizá algún día os lo escriba.

Un asiento reservado para mutilados de guerra: Había subido varias veces al tren que une todas las ciudades de la costa atlántica de Marruecos desde Tánger hasta Marrakech y que continúa en autobús hasta Agadir, el Torremolinos marroquí. Y nunca me había fijado que en todos los compartimentos había un asiento reservador para mutilados de guerra. En este país no quieren olvidar las guerras o no les dejan. Me puse a pensar mientras llegaba a Casablanca a trabajar e ideé, una absurda teoría. Seguro que es tan absurda que un sociólogo que me quiere mucho le parecerá penosa, simplista y descabellada. Pero la cuento, que pa' eso es mi teoría: Mi teoría versa acerca de los revolucionarios de la historia. De los que conocí y de los que no. De cómo convencidos de lo que hacían lideraron a sus poblaciones hasta un lugar mejor. De como murieron y fueron venerados. De como fueron venerados y luego murieron. Y de como alguien tomó su palabra en un determinado momento, después de su muerte, para empujar los espíritus de los que un día creyeron y mellarlos, y humillarlos y convertirlos en esclavos de una revolución absurda. Y oprimirlos... y usar los nombres de aquellos héroes para someterlos. Jesucristo, Mahoma (Mohamed), El Che, ... y alguno más al que no le gustaba San Valentín y lo demostró con creces. Gente que luchó por los suyos y les enseñó lo que sabían para que luego llegaran otros a interpretar sus teorías, a adaptarlas a sus ejércitos o a utilizarlas para someter a un pueblo con el miedo del pecado. Ellos fueron otros mutilados de guerra, pero ya no necesitan asiento.

Ay Marruecos y ay de cada uno de sus pequeños héroes... El vigilante de coches de mi manzana, que me invita a mirar el mar con él... Mi portero que me pregunta día tras día por mi mujer... Torbellino que ha descubierto que me encanta su cous-cous y se ofrece para hacérmelo todos los días... El encargado de seguridad de la Oficina, que ha aprendido este año a decir "Buenos días, Jorge" y me devuelve siempre la sonrisa...

lunes, febrero 13, 2006

Requiem por la vida de una melodía...

Érase una vez una melodía melancólica. Se componía a partes iguales de tango, bolero y trova. Decían aquellos que la habían escuchado que su ritmo endiablado enganchaba. Decían que una vez que la oías, sin ni siquiera saber escucharla, no había vuelta atrás. Con tan solo unas cuantas notas y en un estribillo descarado, esta musiquita venía siempre con un trocito de letra dedicada a ti. Era como si en un gran discurso dirigido a las masas siempre hubiese una pequeña referencia, un guiño que decía que no se habían olvidado de ti...

Un día la melodía me dijo que si le cantaba al oído una canción de Sabina se enamoraría de mi... Y yo le dije ¡joder, pues sí que es fácil enamorarte a ti! Y poco a poco, sin saber por qué y sin poder evitarlo en mi mente daba vueltas y vueltas la canción de Sabina... Al principio me aprendí las últimas palabras de cada frase... luego me aprendí el estribillo. El comienzo. El final. Y, finalmente, toda la canción... Me la había aprendido... Lo que resultaba fácil en un principio ahora era inercial. Tenía la clave. Tenía las ganas. Tenía el espíritu. Tenía la fuerza. Tenía el ritmo. Tenía la letra. Tenía el baile. Tenía... Y cuando más dispuesto estaba a cantársela la melodía melancólica se tornó en requiem... Hacía frío fuera. Era un 13 de tantos malos y yo tocando madera... Encendí una vela... Lloré en mi cama... Y con las lágrimas ahogándome la garganta y sin saber muy bien que decir o hacer canté...:

Sentados en corro merendábamos besos y porros
y las horas pasaban deprisa entre el humo y la risa
Te morías por volver... con la frente marchita, cantaba Gardel
y entre citas de Borges, Evita bailaba con Freud...
Ya llovió desde aquel chaparrón hasta hoy...

Iba cada domingo a tu puesto del rastro a comprarte
carricoches de miga de pan, soldaditos de lata.
Con agüita del mar andaluz quise yo enamorarte
pero tú no querías más amor que el del Río de la Plata...

Duró la tormenta hasta entrados los años 80.
Luego el sol fue secando la ropa de la vieja Europa.
No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió...
Mándame una postal de San Telmo, adiós, cuídate...
Y sonó entre tú y yo el silbato del tren...

Iba cada domingo a tu puesto del rastro a comprarte
monigotes de miga de pan, caballitos de lata.
Con agüita del mar andaluz quise yo enamorarte
pero tú no tenías más a amor que el del Río de la Plata...

Aquellas banderas de la patria de la primavera
a decirme que existe el olvido esta noche han venido.
Te sentaba tan bien esa boina calada al estilo del Che
Buenos Aires es como contabas. Hoy fui a pasear.
Y al llegar a la Plaza de Mayo me dio por llorar
y me puse a gritar ¿Dónde estás?

Y no volví más a tu puesto del rastro a comprarte
corazones de miga de pan, sombreritos de lata.
Y ya nadie me escribe diciendo: no consigo olvidarte,
ojalá que estuvieras conmigo en el Río de la Plata...

Y no volví más a tu puesto del rastro a comprarte
carricoches de miga de pan, soldaditos de lata...


Era un 13 de tantos malos y yo, tocando madera... y yo, tocando madera, sonreí... Le había cantado la canción tarde pero a tiempo. Con el corazón en un puño y el puño en alto hice llegar la voz de mi garganta húmeda de lágrimas, traspasando incluso las sábanas de mi cama, hasta el lugar donde la melodía había decidido ir a apagarse. Tan rápido pero tan intenso. Tan intenso pero a tiempo. Tan a tiempo y tan injusto. Tan injusto pero cierto...

Y llegó... Mi voz cruzó el mar y remontó ríos. Y llegó. Sé que llegó porque cuando más asustado estaba, en un rincón de mi fría cama... la melodía sonó débil pero clara. Y sonreía... y me recordaba. Y me quería... y me quería... Sonreí tranquilo. La melodía se durmió y yo sonreí por saber que siempre la recordarían, que siempre la recordaría...

Érase una melodía melancólica... Érase un bolero, un tango y una trova...


A Ismael, que nunca se fue...

viernes, enero 20, 2006

Robando el silencio

 Posted by Picasa