Ay, Marruecos

Colores de mi suave paso sobre un país de contrastes

domingo, octubre 23, 2005

Segunda parte, de las que vendrán...

¿Cómo estáis? Yo sentado, delante del ordenador con una pantalla en blanco y un cursor que parpadea amenazante... De unos teclazos saldrá un texto que se remitirá por la línea telefónica de este país tan "contrastado" hasta aquellos lugares en los que a algunos de vosotros os he perdido para poder darme la oportunidad de volver a encontrarnos en el futuro... quizá en Marruecos, ay... Marruecos. El Ramadán: Todo sigue su paso lento aquí... Un calor insoportable de vez en cuando y gente seguidora ciegamente de una fe doctrinal que les hace dejar de comer, fumar, beber (ni una gota de agua) hasta las seis de la tarde por agradar a su dios. Algunas veces te planteas si la fe por la fe tiene sentido... pero la fe por la fe es, en resumen, la fe... Imaginad el Ramadán como unas navidades largas en las que todas las noches es nochebuena y se reservan todos los días para poder meterse un buen saque durante la noche. El Ramadán es obligatorio por ley para los que se declaran musulmanes y es una tradición un tanto castrante para ellos. Algunos lo llevan con un gran orgullo. Otros como una imposición de un régimen absurdo y oprimente. Pero todos dicen hacerlo por Alá y ninguno se atreve a romper el silencio impuesto. A las seis de la tarde, desde el Palacio Real, suena un cañonazo estridente y unos cánticos en árabe, que parecen el llanto de un angel anciano, rompen la ciudad. Nadie en las calles, todo el mundo en su casa rompiendo el ayuno. Ni siquiera coches. El primer día pensé que había llegado el fin del mundo y que los seis becarios que estamos aquí eramos los únicos supervivientes. Por no quedar, en las calles, no quedan ni los carteristas. Burlando a Dios: Todos los musulmanes hacen Ramadán oficialmente, pero según ellos, tampoco hay ninguno gay vivo. Basta con mirar a las ojeras y a la cara de cansancio de un musulman durante el Ramadán para saber si lo hace o no o, si por el contrario, se hincha a comer en la intimidad de su casa antes de que cante la voz desde las mezquitas. Pero todos dicen que lo hacen, porque la pena puede ser incluso la cárcel... Burlar a Dios no se sabe muy bien qué es aquí. La leyes las imponen los hombres, y Mahoma, era un hombre. Mohamed VI es descendiente directo de Mahoma... por lo que se puede entender que Mohamed VI es Dios. Luego la ley de dios es la ley de los hombres y, quién hace la ley, hace la trampa... Afortunadamente, la vida "normal" vuelve a este país el 3 de Noviembre con el sacrificio del cordero. Mi primera mujer: La Torbellino. Torbellino es el nombre que le he dado a la mujer de la limpieza, una de mis primeras mujeres aquí. Torbellino (os juro que no sé como se llama porque el nombre es casi impronunciable) es un lujo para mí, pero casi una costumbre obligatoria para esta sociedad tan poquito machista (nótese la ironía). La llamo Torbellino porque entra, limpia y desaparece debajo de su jelaba , sin dejarse ver, a penas sin tocar el suelo y sin hacer ruido con las puertas. Sé que existe porque mis calcetines están doblados y limpios. Tenemos algunos problemas de convivencia. Por ejemplo, yo guardo el aceite en un armario, pero ella ha decidido que le gusta más en la encimera. Pues por mucho que la meta en el armario, todos los días me la encuentro en la encimera. Si está por aquí no me deja ni rascarme la oreja sin decir algo. El otro día iba a fregar mi taza del desayuno mientras ella hacía el baño y me miró con una cara que empecé a temblar pensando en el terrible sacrilegio que había hecho profanando una actividad diseñada en este país por los hombres para las mujeres. Su método de limpieza del suelo es preocupante si la humedad de aquí sigue así en invierno: Ella encharca el suelo de agua (unos dos centímetros) y la saca con una gamuza gigante de goma por las puertas del patio y del jardín. He intentado comprar una fregona, pero no hay en el mercado...Por si fuera poco, Torbellino no habla español ni inglés, así que me pasa lo mismo que con mi portero, que no nos entendmos nada, pero nos reimos mucho... El Hamman (con permiso de mi novio, que ya sabe toda la historia): Un día de verano (a esto no se le puede llamar otoño), con más miedo que vergüenza, me decidí a ir a un Hamman (un baño turco) a hacerme un masaje. Me he hecho adicto. Un Dios de ébano me frotó desde la punta más abierta de mi pelo hasta por debajo de la uña del dedo meñique del pie izquierdo. Se trata de una exfoliación corporal muy agradable pero un tanto dolorosa (sobre todo en el cuello y orejas) en la que la piel muerta te sale, literalmente, a tiras (no exagero). Todo esto mientras me arrojaba cubos y cubos de agua ardiendo por encima (y de 10 litros el cubo, la verdad es que tragué agua como un valiente, pero ... todo sea por la salud). Tras enjabonarme y la correspondiente frotada (eso sí, todo muy higiénico y aunque iba en bañador le importó poco al muchacho que uno tenga sus pudores) procedió al masaje. Todo esto ante la mirada atónita de hijos y padres (el Hamman es como una cafeteria familiar sin mujeres, porque están en el suyo, aparte). Los niños se reían y reían (por no decir se despollaban, con perdón) de mis gritos de dolor. Pero ahí no se acabó todo. NO. El masaje no era eso, eso solo era la exfoliación. De repente mi dios de ébano particular me cogió de las piernas y me las dobló hasta las orejas por detrás de la espalda. En mi vida he deseado tanto saber decir ¡PARA, PARA! en árabe. Por si fuera poco, NO en árabe es LA y yo me lié y le debí acabar recitando toda la escala musical mientras me retorcía de dolor. Mi cuerpo no ha crujido tanto en toda mi vida y encima en público. Semejante paliza, con el tipo sentado en mi espalda y yo tumbado en un suelo durísimo de terrazo, no terminó ahí, sino que se extendió unos 10 minutos que a mí me parecieron los 600 años que pasaron desde Jesucristo a Mahoma. Entonces, ¿por qué adicto?. A parte de salir de ahí como nuevo y más suave que el culito de un bebé, tener a semejante hombre rompiéndome las costillas en bañador sentado encima de mi espalada es lo más homoerótico que he visto en mi vida (sin incurrir en lo sexual, en absoluto). Más que un masaje parecía una lucha entre todos mis reumas ocultos en forma de serpientes extendidas por mis brazos y piernas y un fibrado Hércules del Olimpo empeñado en acabar con todas ellas. Digno de ver, sin duda, y de sufrir, sin duda... Hoy me he enrollado especialmente, así que dejo para otro correo otros capítulos más de lo que va siendo el cojunto de mis impresiones sobre este país. Me sigue gustando Rabat... no ha cambiado mucho desde el último mail... Estoy bien se os echa de menos. Mi casa es vuestra casa (apuntadlo por ahí) así que quién se quiera venir de visita, estaré encantado de sufrir con él en el Hamman, hacer un día de Ramadán o presentarle a mi querida y siempre respetada Torbellino.

viernes, octubre 14, 2005

Ay, Marruecos

Va siendo tiempo de hacer cuentas con uno mismo y saldar lo que me voy debiendo. De un tiempo a esta parte me notaba perdido, un tanto desconcertado, ansioso y siempre a la expectativa de que algo mejor ocurriera. Y llegó Marruecos. Y con él, Rabat. Ay, Marruecos. Llevo pocos días aquí pero ya me atrevo a hablar de este lugar. No es tan diferente como me pensaba y a la vez es completamente distinto. Las luces aquí son absurdas, pero supongo que también ayuda el Ramadán. A las 18:00 es de noche y a las 21:00 me parecen que son las 5:00 de la mañana. El sol cae aquí lento y perezoso... Se le debe haber pegado de la gente. En este país no hay prisa por nada, no hay estrés por nada. Esto tiene sus pros y sus contras. Hacer cola en el banco aquí te llevaría unas 3:00 horas como mínimo. Sin embargo, si te pierdes en la calle, sea la hora que sea, cualquier persona (y digo bien, ¡cualquiera!) estará encantado de dejar lo que estuviera haciendo y llevarte gustosamente sin pedir nada a cambio a dónde quieras. Me han timado en diversas ocasiones, pero es que con mi ropita 100% occidental y mi bolso de H&M tengo una cara de turista pardillo que no veas. Con todo, la vida aquí es más barata, incluídos los timos y, no me han dolido mucho (un poquito en el orgullo). Muchos timos se apoyan en que como no hablo ni papa del idioma, a la hora de pagar algo, pues puede ser que suelte el billete equivocado. Ya voy espabilando. Lo bueno es que parezco marroquí y me está librando de muchos inconvenientes en este sentido. Mis compañeros lo han sufrido más, pero insisto en que nada relevante. El mar... Si algunas ciudades españolas viven de espaldas al mar (o eso dice mi novio), Marruecos no sabe ni siquiera que el mar existe. La playa huele fatal y está al final de un acántilado. De esta forma, estamos por debajo del nivel del mar. Es decir, que para ir a la playa hay que subir cuestas, por paradójico que suene. La medina... Me encanta la medina, aunque a menudo salga con las tripas revueltas por los olores. Un tumultuoso sitio lleno de vendedores fervientes y compradores divertidos, donde todo es colores, olores (buenos y malos), pirateo y locura colectiva. Aquí si que el mundo parece sacado de una película sin sentido. Regatear se convierte en la actividad más frenética. Todo el mundo habla todos los idiomas o, en otro caso, se los inventan. La kashba... Portugueses y andaluces construyeron este lugar. Es un recinto amurallado de luces azules y blancas y laberintos encrespados sobre el mar. Mucho timador escondido, pero tan inocentes como los propios timados. Si te consiguen quitar 10 céntimos de euro, ya serán felices. La kashba es uno de esos sitios a los que todo el mundo tendría que ir una vez en la vida. Mohamed V. Miles de estudiantes y diplomados salen a las calles pidiendo libertad y trabajo para todos. El rey dice que son maleantes antisistema. ¿quién me iba a decir a mí que iba acabar viviendo en una monarquía absoluta? Los contrastes: ricos y pobres, mujeres y hombres. Occidentales y Marroquíes... Hasta los propios marroquíes son como el día y la noche. Los hay morenos y negros, como la noche, con ojos penetrantes y brillantes. Los hay claros, como el día. El único rasgo común son los ojos. Nunca vi ojos como estos en ningún sitio. Si un marroquí te mira a los ojos y te sonríe no podrás escaparte. Los buenos (la mayoría) no disfrazan con sus ojos sus intenciones. Algún aprendiz de guía timador por el centro, te estará camelando para convencerte de que nadie como él te puede contar la historia de esta ciudad tan rara. Mi casa: pija, comparada con el resto. Amplia, diría yo que amplísima. Un jardín, mi patio, mi cama de matrimonio, en un barrio pijo y lleno de extranjeros. Mi portero: árabe que habla fránces... yo soy español que no lo habla (ni árabe ni francés). moraleja: él me habla en árabe y yo en español, y no nos enteramos de nada pero nos reímos mucho. Es un gnomo morito un tanto viejo que parece esculpido con la corteza de un árbol. Creo que es unos de los personajes de esta película que se hará querer con el paso de los días. Ya no os aburro más... Tendréis noticias mías. Dije al principio que estaba aquí, en cierto modo, para saldar cuentas que tenía conmigo mismo. Las estoy saldando. Por primera vez en muchos años veo mi vida estresante en Salamanca... todo lo que he agobiado a mi novio con cientos de problemas absurdos y pienso: estoy tranquilo. Me gusta Rabat, me gusta Marruecos. Qué bien acabar aquí, qué bien aprender aquí que nada es más enriquecedor que lo diferente.

martes, octubre 04, 2005

Yo, mí, me, conmigo

Egocéntricos seamos y comencemos, pues, la historia ... Ay, Marruecos...